Los Personajes

«Arenas de Silencio es una película documental que arroja luz sobre el vínculo entre el abuso sexual y el tráfico sexual. Los depredadores deshumanizan y cosifican a niños y mujeres, y el miedo y la vergüenza hace que los supervivientes sufran encerrados en el silencio. Pero este vínculo puede cercenarse, tanto a nivel personal como global, cuando los supervivientes deciden romper el silencio de una vez por todas.»

Virginia – superviviente del ciclo de violencia sexual y tráfico

Yo llevaba años documentando historias de supervivientes, pero cuando conocí a Virginia Isaías, una mexicana-americana de piel clara que vivía en California, y me contó el indecible sufrimiento que ella y su bebé padecieron, se me cayó el alma a los pies.

Virginia había vivido quince años en Los Ángeles con el hombre con el que su padre le obligó a casarse, hasta que consiguió escapar de la violencia doméstica a la que había estado sometida y volvió a México para empezar de nuevo. “Un día, estaba amamantando a mi bebé en un mercado de Guadalajara y sentí un golpe en la cabeza”, dijo Virginia en español, el único idioma que hablaba entonces, mientras me narraba los inefables detalles de su secuestro. Se la llevaron a la jungla de Chiapas, a varios miles de kilómetros, y junto con otras madres jóvenes cautivas con sus bebés, le forzaron a esclavizarse sexualmente. “Nos forzaron a intercambiar bebés para que no nos escapáramos”, continuó Virginia.

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Después de sufrir episodios terribles de tortura e intentar escaparse varias veces sin éxito, logró convencer a uno de los guardias (que también estaba prisionero) para que se escaparan juntos a Cancún, prometiéndole darle la gran cantidad de dinero que él necesitaba para pagar la cirugía de su madre. Virginia consiguió volver a los EE UU y, después de pasar duros años limpiando casas y trabajando en fábricas, comenzó a reconstruir su vida. Recibió la ciudadanía estadounidense y se convirtió en defensora destacada de sobrevivientes de explotación sexual en la comunidad latina del sur de California. En 2010 fundó una organización sin ánimo de lucro del tipo 501(c)3: la Fundación de Sobrevivientes de Tráfico Humano [http://fsth.org] de la que es presidenta.

Virginia ha recibido numerosos premios, entre ellos el LULAC 2011 Mujer Hispana del Año, el AIMS 2013 Premio de Liderazgo Hispano, y ha obtenido reconocimiento por su servicio a la comunidad por parte de la Cámara de Representantes de los EE UU, del Senador de California Lou Correa (Mujeres que Marcan la Diferencia) y del Senador de California Ricardo Lara (Romper las Cadenas de la Esclavitud).

Lala – hija de Virginia

Lala tenía 10 años cuando empecé a filmar la historia de Virginia. Era una niña feliz y le encantaba estudiar. No parecía haber indicio alguno del espantoso trasfondo de tráfico y separación de su madre cuando era bebé durante su cautiverio con la red de tráfico humano en Chiapas (México). Cuando Lala cumplió 11 años sufrió un evento traumático que alteró su alegría vital y durante varios años, mientras entrevistábamos a su madre ante la cámara para el documental, se negó a que la filmáramos. No obstante, permitió que grabáramos su graduación de la escuela secundaria y poco después nos concedió su primera entrevista, en la que se expresó francamente sobre lo que sentía siendo probablemente la única persona traficada como bebé.

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Hoy en día, Lala es una adolescente empoderada y, como su madre, ha comenzado a hablar sobre el tema y está decidida a cambiar el mundo. En la película, Lala le dice a su madre: “Tú me dijiste que una persona puede cambiar el mundo, y yo quiero ser esa persona. Quiero hacer con el planeta lo mismo que tú haces con la gente”.

Lala trabaja en uno de los cines Cinemark mientras hace lo que le dicta su corazón: ir a la universidad con el objetivo de especializarse en Derecho Medioambiental. Durante un evento WE en el estadio Inglewood al que acudieron miles de personas, Cinemark le otorgó un premio de 10 000 dólares tanto por su servicio en su trabajo como por su ayuda en FSTH, la fundación creada por su madre.

Charimaya Tamang runs programmes that fight human trafficking in Nepal. She was one of the first women in Nepal to prosecute her trafficker, a man who sold her to a brothel in India.

Anu – superviviente de tráfico sexual

En 1997, mi primer reportaje sobre tráfico infantil en los Himalayas, que presentaba la historia de Anu Tamang, recibió el Premio en Metálico del Editor de la revista Planeta Humano. A Anu la raptaron en Sindhupalchowk, su pueblito en Nepal, y la vendieron a un burdel a miles de kilómetros en Mumbai (India), donde vivió como esclava sexual durante 22 meses. El premio en metálico hizo posible que Anu, que había sido rescatada el año anterior, estudiara y comenzara a reconstruir su vida. En esa época ella usaba el seudónimo “Anu” y no consintió que la filmáramos. Sabía que la gente en Nepal llamaba a las supervivientes “niñas de Bombay” y no quería procurarse ese estigma.

En 2002, Canal+ Spain convirtió ese artículo en la película documental de larga duración Niñas de Hojalata, en la que yo también trabajé. Para entonces Anu ya se había empoderado. Se había afiliado a Shakti Samuha, una cooperativa administrada por supervivientes para ayudar a víctimas del tráfico. Allí sacó fuerzas y accedió a que la entrevistáramos delante de la cámara.

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En 2011 supe que Anu había sido invitada a Washington D.C. para recibir el Premio Heroína para Terminar con la Esclavitud Moderna, otorgado por Hillary Clinton. Le concedieron el premio por ser la primera persona en Nepal con el valor de llevar a juicio a sus traficantes.

Poco después, visité a Anu en Katmandú. “Cuando me informaron sobre el premio yo no sabía quién era Hillary Clinton”, dijo Anu cuando la entrevisté. “Cuando pronunciaron mi nombre y contaron mi historia, me desmayé. A medida que recordaba, comprendí por qué se rompió el chal con el que intenté suicidarme en el burdel. Tenía que seguir viviendo hasta ese día”.

Anu continúa su destacado trabajo con Shakti Samuha y es miembro directivo de Shanti Foundations, una organización que cuida de mujeres seropositivas, entre ellas supervivientes de tráfico. Anu es madre de dos hijas pequeñas y su sueño es verlas estudiar Derecho para que continúen trabajando contra el tráfico humano.

 

Chelo – yo, la cineasta

Había trabajado durante décadas en la lucha contra la violencia y el tráfico sexual. Por alguna razón el tema me llegaba muy hondo. Después de entrevistar a decenas de supervivientes en todo el mundo para artículos impresos y documentales, y crear proyectos para apoyarlas, con la realización de esta película me ví en la necesidad de confrontar mis propios sentimientos de empatía e indignación en torno a esta cuestión.

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En la película me enfrento a la activista de derechos humanos en mí que ansía la justicia y al ser interior que busca la reconciliación. Mi relato anima a los espectadores a que reflexionen sobre el perdón, el resarcimiento y la responsabilidad.

Vivo cerca de Los Ángeles con mi marido y nuestra hija. Aunque continúo creando contenido sobre violencia sexual y la trata por medio del proyecto de videojuego de impacto SOS_SLAVES, y de una serie de microdocumentales y otras iniciativas, me encuentro dedicada del todo a la campaña de impacto de nuestra película y comprometida a responder a invitaciones para presentarla en escuelas, universidades, prisiones, conferencias, ONG y públicos del mundo entero.

Marián – mi hermana

Como me ocurre a mí, Marián encarna esa parte de nosotros que minimiza las experiencias propias de abuso sexual, sobre todo si solo han ocurrido una vez. Una parte del público del documental ve a Marián como alguien que decide borrar su pasado y seguir adelante. Otra parte percibe que, tanto ella como yo, negamos la realidad y nos resistimos a encarar una faceta importante e irresuelta de nuestras vidas.

Durante varios años estuvimos editando la película sin saber si nos daría permiso para utilizar su historia.

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Afortunadamente, Marián se introdujo en el mundo de la transformación personal y gracias a ello pudo armarse de valor y dar su consentimiento. Hoy en día está orgullosa de haber tomado parte en el filme y presenciar cuánta gente se identifica con su historia y se siente inspirada por ella.

Marián es matrona en Logroño (España). No es raro que en su consulta las mujeres rompan el silencio.

 

Marián es matrona en Logroño (España). No es raro que en su consulta las mujeres rompan el silencio.

Miriam – mi cuñada

Durante una conversación íntima en un bar en España, Miriam intenta ayudar a mi hermana Marián sacando el tema de su abuso cuando era niña. Yo estaba sentada con ellas y grabé la interacción con una pequeña cámara de mano, que inmediatamente capta mi exasperación. Es este un momento incómodo para el público pero muy conmovedor. A medida que la conversación avanza, las palabras de Miriam sobre las cicatrices que imprime el abuso se vuelven desgarradoras. Sus hondas declaraciones no pueden salir sino de una experiencia traumática sufrida en carne propia.

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Aunque Miriam me permitió grabar la escena, en un principio se resistió a salir en la película y nosotros seguimos editando las tomas sin saber seguro si al final se decidiría a firmar la autorización. Años más tarde, cuando le enseñé una versión preliminar, dijo que estaba “aturdida, avergonzada y triste” por haber presionado tanto ese día a Marián, a quien quiere mucho. “Pronto me di cuenta”, dijo Miriam, “que lo que me llevó a presionar a Marián fue mi propia incapacidad de hablar de ello”.

Miriam es maestra en Madrid. Después del estreno de la película, decidió, siempre que fuera posible, incorporar un programa para concienciar a sus alumnos sobre el abuso sexual infantil.

Lola – mi prima

Mi prima Lola se emocionó con un tráiler inicial de nuestra obra en proceso y se puso en contacto conmigo inmediatamente. Ambas crecimos en Logroño (La Rioja), en el norte de España, pero habían pasado décadas desde la última vez que nos vimos. Cuando tuve la oportunidad de ir a Madrid, donde Lola vive con su familia, no se lo pensó dos veces y me dijo: “Quiero contarte mi historia”.

El testimonio de Lola sobre su abuso sexual por parte de un cura, y el hecho de que trató de contárselo a su padre pero este se mostró poco receptivo, se parece al de las víctimas y supervivientes que en un momento de su vida intentan hablar sobre ello pero nadie les escucha.

Lola, madre de dos hijos adolescentes, está inscrita en un programa de desarrollo personal del que planea ser instructora ella misma en un futuro próximo.